martes, 11 de septiembre de 2012

Los islamistas creen ciegamente que Europa será un día territorio musulmán y luchan abiertamente por imponer sus valores


 
Cuando Abu Imran, portavoz del grupo «Sharia4Belgium», instó la pasada primavera a Carla Bruni a divorciarse de Sarkozy y convertirse al islam, se alzó como un destacado líder dentro de estos colectivos musulmanes radicales en Europa. Son pocos, pero hacen mucho ruido: alimentan los anhelos conquistadores de unos y los miedos a una invasión extranjera de otros. Se proclaman contrarios a la democracia, creen ciegamente que Europa será un día territorio musulmán y luchan abiertamente por imponer sus valores.

Abu Imran, líder de «ShariaforBelgium» afirman que «un musulmán de verdad no utiliza la democracia para alcanzar el poder y establecer el islam. Participar en las elecciones sin creer en ellas es un engaño. En un estado de guerra, está permitido engañar a los enemigos, pero en asuntos de política no vemos a los infieles como enemigos, sino aliados con los que establecer pactos».

Sus homólogos en Holanda, «ShariaforHolland», desarrollan un poco más esta teoría: «Como musulmanes, creemos que hay un pacto con los infieles para que nuestras familias y nuestra riqueza estén protegidas, por eso no podemos engañarles. Por eso somos sinceros y decimos alto y claro cuáles son nuestras intenciones. Ya lo dijo Alá, el mundo entero estará regido por mis leyes».

Según los expertos, en los últimos años ha habido un evidente cambio de estrategia en la forma en que este tipo de grupos fundamentalistas se dirige a la sociedad: «Son segundas y terceras generaciones de grupos que comenzaron en la década de los noventa, durante la guerra de los Balcanes, especialmente en Reino Unido, y que han aprendido cómo moverse en el límite de lo legal. Saben qué cosas pueden decir y qué cosas no. Además, han sabido muy bien adaptarse a las nuevas tecnologías para llegar a más gente y difundir su mensaje», explica Lorenzo Vidino, experto en islamismo y violencia en Europa.

Las consecuencias de este tipo de declaraciones radicales y de comportamientos extremos son preocupantes, especialmente para la gran mayoría de musulmanes que no pertenece a estos grupos fundamentalistas. Edwin Bakker, director del Centro Internacional de Terrorismo y Contraterrorismo, situado en La Haya (Holanda), afirma que «las actividades de unos pocos musulmanes radicales tienen un impacto en la imagen de la comunidad musulmana en su conjunto. A todos se les considera extremistas que quieren conquistar Europa. Y algunos políticos y medios de comunicación les dan crédito». Sin embargo, y a un nivel más local, «estos grupos pueden suponer un problema para quienes no viven de acuerdo con sus reglas», señala.

Muchos de estos colectivos radicales ya patrullan las calles de distintas ciudades europeas con el objetivo de establecer la sharía (ley islámica) y «mantener a los jóvenes musulmanes apartados de las drogas y el alcohol», en palabras de Adnan Avdic, miembro de Los Seguidores del Profeta, un grupo fundamentalista islámico en Dinamarca. Uno de los líderes musulmanes más conocido —y polémico— en Reino Unido, Anjem Choudary, asegura que, muy pronto, el islamismo se hará tan fuerte en Europa como para evitar la entrada de infieles a determinadas áreas: «Se prevé que pronto seremos tantos como para conseguir el control, la seguridad y la autoridad en algunos lugares, donde implantaremos la ley islámica y evitaremos la entrada de intrusos».

Sus hermanos musulmanes de «ShariaforBelgium» y «ShariaforHolland» corroboran sus palabras: «Cada vez hay más no-musulmanes que se dan cuenta de esta realidad. El establecimiento de la sharía no sólo ayudaría a nuestros países, también salvaría a la sociedad de la miseria que la ley humana ha causado: la explotación de mujeres terminaría, el alcohol se prohibiría y el gas, el agua y la electricidad serían gratis para todos».

Este tipo de declaraciones da alas a quienes temen por el futuro de los valores occidentales. Y a aquellos que hablan de una radicalización del islam. Sin embargo, para Rik Coolsaet, autor de varios libros sobre terrorismo islámico y miembro de la Red Europea de Expertos en Radicalización (ENER, sus siglas en inglés), «son muchos quienes meten en el mismo saco a las mujeres que usan velo, a los hombres que llevan pantalones salafistas (por encima del tobillo), a los predicadores y a los propios terroristas, y hablan de radicalización. Esto vacía la palabra de significado. La realidad es que el número de musulmanes integrados en la sociedad crece».

Lo que no significa que esta minoría no suponga ninguna amenaza. Según Edwin Bakker, «los servicios secretos deben seguirlos de cerca. Pero la mejor defensa contra ellos es el enorme grupo de musulmanes moderados que reniegan de las ideas retrógradas de unos pocos que sólo son expertos en crear problemas».

Juicios en teterías y mezquitas

Un sistema judicial paralelo, una corte que dicta sentencia ajena a las leyes democráticas. Jueces que usan la sharía. El riesgo de islamización de la justicia es un asunto que preocupa a los expertos. «A un musulmán le está prohibido acudir a la Policía o al juzgado, lugares regidos por leyes hechas por el hombre y que se modifican en función de los deseos de unos y otros. Utilizamos las leyes de Alá para resolver los conflictos internos y pedimos a nuestros hermanos musulmanes que no acudan a esos teatros», explican portavoces de «Sharia4Holland» y «ShariaforBelgium». Mezquitas y teterías de Munich, Amsterdam, Londres o Copenhague son testigos silenciosos de juicios y sentencias dictadas por sabios musulmanes.

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